La majestuosa
tortuga marina de los mares de
Filipinas ha encontrado protección en los cazadores furtivos que amenazaron su supervivencia y que ahora, arrepentidos, salvan cada años miles de huevos de las zarpas de los traficantes.
“Soy un antiguo criminal. Lo que hice no se puede describir de otra forma. Me arrepiento de haber comido y vendido miles y miles de huevos de tortuga”, dijo Manolo Ibias, actual director del centro de conservación Pawikan de Morong, una localidad de la costa del Mar de China Meridional, a unos 200 kilómetros de Manila.
Ibias y otros 25 compañeros, con los que se dedicó hace tiempo a
la caza y al saqueo de nidos, patrullan a diario la playa de Morong durante la temporada de desove entre septiembre y marzo, para recoger y poner a salvo los huevos dejados por decenas de tortugas.
“Calculo que hemos salvado a unas 47 mil tortugas desde que nos convertimos en conservacionistas. Recogemos huevos, patrullamos la zona, guiamos a los turistas y limpiamos la playa para que los animales no se asfixien al tragar envases de plástico”, explicó Ibias.
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