La distancia que puede cubrir un avión planeando viene determinada por su rendimiento aerodinámico, es decir, el índice que mide las cantidades relativas de elevación y resistencia aerodinámica de las alas.
Por lo general, este índice es de 22 para los monoplanos, unos 16 para los aviones a reacción de pasajeros convencionales y de sólo 8 como máximo para los aviones supersónicos de ala en flecha como el Concorde.
Para saber si salvaréis la vida, hay que multiplicar dicho índice por la altitud del avión en el momento del fallo de los motores. Por ejemplo, si fallan a 10.000 m de altitud, un avión de pasajeros de motor a reacción debería poder llegar a 160 km de distancia.
Todo esto, por supuesto, es la teoría. En la realidad puede haber algunas variaciones. Pero no muchas, como podemos ver en el siguiente caso real:
En agosto de 2001, un airbus 330 canadiense de Air Transat que cubría la ruta Toronto-Lisboa sufrió una terrible pérdida del combustible. Tras detectar el fallo, los pilotos pusieron rumbo a un aeródromo de las Azores, pero los dos motores fallaron cuando aún estaban a casi 140 km de distancia. Por fortuna, el rendimiento aerodinámico del avión era de 16 y el fallo se produjo a 10.500 m, con lo que logró planear hasta su destino. Los pilotos lograron llevar a cabo un aterrizaje a alta velocidad en el que sólo una docena de pasajeros sufrieron alguna herida leve.
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