Una manada de lobos ibéricos ha escogido el recién estrenado Parque Nacional de Guadarrama para establecerse en Madrid, de donde desapareció en los años 40 del siglo pasado. La especie ya no se limita a entrar y salir de la región a la búsqueda de alimento, como venía haciendo desde 2007 procedente de Castilla y León. Tras varios años de tanteo y reconocimiento del terreno, el lobo ha venido para quedarse. El grupo que la Comunidad de Madrid ha localizado en la sierra está compuesto por dos machos, una hembra y tres lobeznos que nacieron la primavera pasada.
Convirtiendo al Parque Nacional en el segundo de la red nacional que cuenta con la presencia de lobos, unos inquilinos tan especiales que le otorgan un estatus diferenciador al ecosistema madrileño. Hasta el punto de hacerle la competencia ni más ni menos que a Picos de Europa, el primer espacio protegido de España.
Ya en 2012 el grupo de naturalistas de la Asociación Sierra Carpetania grabó las andanzas de siete ejemplares, dos adultos (pareja alfa), un subadulto y cuatro cachorros en la zona del valle del Lozoya. Las imágenes demostraban que, por primera vez en 70 años, el lobo había criado en Madrid. Lo que no estaba constatado es que el Canis lupus se hubiera establecido. Ni siquiera la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio tenía pruebas concluyentes de la existencia de este grupo en ese entorno. Los nuevos avistamientos —esta vez por parte de técnicos de la Comunidad— de la manada con sus crías no deja lugar a dudas de que los cánidos se sienten a sus anchas en la zona y que han escogido este territorio para vivir.
“Debemos felicitarnos, porque su presencia indica que el lobo ha encontrado en la región todo lo necesario para asentarse, lo que apunta a que disfrutamos de una biodiversidad envidiable”, declara el consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Borja Sarasola, que también pone como ejemplos de la “recuperación y consolidación” de los espacios naturales autonómicos la instalación en Madrid de especies como la nutria y los buitres.
A lo largo de los últimos meses, el Gobierno regional ha realizado un trabajo de seguimiento y control de las poblaciones de lobo ante la posibilidad de que algunos de los ejemplares que venían realizando incursiones desde la vertiente segoviana terminara por asentarse en la sierra madrileña. Además, se han llevado a cabo esperas y conteos indirectos en base a recogida de heces o de pelo.
De esta forma, los técnicos han podido determinar la presencia estable de un núcleo familiar en la comarca del Lozoya. En las imágenes, captadas mediante la técnica de fototrampeo, se observa a tres lobeznos nacidos esta primavera y tres individuos adultos o subadultos.
En mayo de 2013 llegó la compensación a todos los esfuerzos. Los investigadores detectaron la presencia de lo que parecía ser una hembra preñada. Tuvieron que esperar tres mesas, hasta agosto, para observar la llegada de un lobo durante la madrugada. A finales de ese mes, las cámaras trampa obtuvieron la imagen de una hembra recién parida, con las mamas bien visibles. Y el 6 de septiembre, por fin, aparecieron los tres cachorros. A esta filmación se añadió otra correspondiente a un ejemplar adulto o subadulto, que completa esta manada formada en total por seis ejemplares.
La vigilancia se ha dirigido sobre todo a las zonas con mayor historial de presencia de los cánidos, desde Santa María de la Alameda hasta Somosierra. Porque desde el año 2007 existía la certeza de que el lobo aparecía de forma intermitente por la región. La información aportada por cazadores, ganaderos, senderistas y por el Cuerpo de Agentes Forestales así lo indicaba.
El proceso que se ha iniciado es “completamente natural y esperado, porque Madrid está rodeada de provincias donde habita la especie”, sostiene el biólogo Juan Carlos Blanco, especialista en lobo de laUnión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y autor del primer y único censo nacional de la especie que se realizó en 1988. Aunque, a su juicio, la Comunidad de Madrid nunca será una potencia lobera, tanto por su reducido tamaño como por la cantidad de población que habita en ella. “Realmente el lobo solo puede vivir en aproximadamente un 30% del territorio madrileño. En esos rincones que todavía mantienen unas condiciones óptimas”, observa Blanco. Por este motivo, asegura que los ejemplares que puedan llegar no constituyen ningún problema. “Digamos que son lobos buenos, no molestan y pasan desapercibidos”, describe. Blanco mantiene que los cánidos seguirán su camino hacia el sur “pero no lo harán atravesando Madrid por las
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